Román me cumplió el sueño
Joaquín Vega, el nene de seis años al que Riquelme le dio la mano, está felí. "Siempre vamos a ese corner a gritarle", comentó el padre. Y tuvieron recompensa.
Fue una caricia, tres dedos, de zurda. Fueron tres segundos que quedarán grabados -literal- para siempre. Riquelme no sólo es capaz de cambiar el rumbo de un partido en una sola acción, en un movimiento, en una baldosa: también puede cambiarle la vida a un nene de seis años. Se insiste: literal. El pequeño Joaquín Ezequiel Vega puede dar fe. Porque el 10 volvió a jugar un encuentro completo tras casi cuatro meses -la última vez, el 17/11/2013, en el 2-3 frente a Arsenal-, pero a los 13’ del primer tiempo del match contra Argentinos ya había frotado la lámpara.
“Román es mi ídolo, y el otro día me cumplió el sueño. Me vi en las fotos , en la tele y en todos lados hablaron de mí, estoy muy contento con lo que pasó en la Bombonera”, relata, timidón, el niño al que JR le acarició la mano a través del alambrado, antes de ejecutar un córner en el empate del domingo. Joaquín, lógico, está felí. Cómo para no estarlo. Todavía no pudo contarles su experiencia a sus compañeritos del colegio porque aún no empezaron las clases por el paro docente, pero ya recibió llamados de la filial de Boca en Florencio Varela, a la que pertenece desde que nació, de vecinos, de familiares, hasta de gente que no conoce. Sí, el barrio entero y el Mundo Boca hablan del poderoso chiquitín.
“Con la gente de la filial, siempre nos ubicamos en esa esquina de la cancha, abajo de la bandeja donde va la hinchada, justo en los primeros escalones. Y cuando vemos que Riquelme va a tirar un centro desde ese sector, nos arrimamos para gritarle. Yo le decía: “¡Román, mirá para acá, miralo a mi nene!”, y el tipo le estiró el brazo y se lo quedó mirando. Yo, la verdad, soy palermista, a mí me gustaba más el Titán, pero desde que se fue Martín, Riquelme es el máximo ícono que tenemos los hinchas. Y le voy a estar agradecido hasta que me muera por lo que hizo con mi hijo”, dice Carlos, más conocido como el Chapa, empleado de un bar en el centro de Varela (en la imagen de la tevé se lo ve sosteniendo al chico, con la casaca rosa).
Aunque mamá Ivana es de riBer, igual que su hija, Agustina, Joaquín siguió los pasos de papá. Participó con él de los festejos del Día del Hincha, el último 12 del 12, y aunque se asustó un poco por los incidentes en el Obelisco, al toque pidió que le compraran el equipito de fútbol y se hizo fan del Xeneize y, principalmente, de Riquelme: “Quiero ser hincha de Boca”, soltó. Y hubo fiesta en casa de los Vega, donde manda Boquita.
Socio adherente desde la cuna, el domingo salió de casa temprano y vivió la previa y el partido expectante, con la ñata hecha rombos, a la espera de que Juan Román le hiciera realidad su deseo. Y lo logró. Y no quiso lavarse nunca más las manos ni siquiera para cenar. Y en su cabecita le juró amor eterno a la azul y oro.
“Me encantaría conocerlo, decirle que me gusta cómo juega. Ojalá que podamos salir campeones”, se ilusiona Joaquín, y se le cae la baba de sólo imaginar un abrazo a ese hombre ya no tan inalcanzable que el domingo le dio la mano y marcó su historia para siempre. ¿Qué se siente, Joaquín?
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